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Santísimo Cristo de la Buena Muerte 

(Titular de la Hermandad)

En la modesta capilla del Cementerio Parroquial de San Lorenzo de El Escorial, situado en la parte más alta del Real Sitio, recibe culto la excelsa Imagen del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, titular de esta, la Hermandad que lleva su nombre.

Es esta una talla policromada de mediados del siglo XVII realizada en madera de pino, madera humilde que, sin embargo, ha sabido soportar perfectamente los avatares del destino, Se desconoce por completo la identidad de su autor, aunque hubo un tiempo en se especuló que pudiera pertenecer a la Escuela de Imaginería Murciana, e incluso llegó a atribuirse con más pasión que razón al famoso Maestro Salzillo.

Pero la verdad es que, salvo la constancia de que la Imagen fue traí­da por un monje Jerónimo del monasterio que estos tení­an en la localidad murciana de La Ñora, no existe documento que aclare el misterio, quizá, porque las manos humanas, como dijo el poeta: , "no pudieron llegar a tanto y desmayadas cayeron, ¡Y los ángeles lo hicieron con sus manos mientras tanto!

"Nuestro" Cristo de la Buena Muerte es un Cristo Chiquito. Su tamaño no es el equivalente al de un hombre, tan propio de las tallas Barrocas que procesionan en Semana Santa, sino que corresponde al de una imagen destinada al oratorio de la celda de un religioso, cometido este que durante más de siglo y medio desempeñó en el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, hasta ser finalmente entregado como Patrono y Protector a la que es su Hermandad.

Foto: Rubén Ojeda

De sangre los pies cubiertos,llagadas de amor las manos,los ojos al mundo muertos,
y los dos brazos abiertos para todos mis hermanos.

 

 Su cabeza, tronchada como un lirio sobre el pecho, su cuerpo rígido y yerto, sus músculos tensos y acusados, le imprimen el realismo absoluto de un cadáver. Pero la suavidad de su rostro, abatido y sereno, de dulce semblante aún hallándose en el terrible trance de la muerte, y la extensión de sus brazos en la cruz que parecen querer abrazar al mundo, conmueven el alma sobremanera en su contemplación, al verse en el a Dios que entrega generosamente su vida. A Dios, que habla directamente al corazón desde su silencio.

 

Esta representación de Nuestro Señor muerto en la Cruz posee una gran austeridad, tal es esta, que a pesar de que en los años Cincuenta del pasado siglo se embelleció la imagen colocando sobre su cabeza unas potencias de plata, además de cantoneras y un cartel de INRI en la cruz, elaborados en el mismo metal, tanto estos adornos, retirados actualmente, como cualquier otro que se le pusiera, por discretos que sean resultan superficiales, pues la sobriedad y la calma que transmite no precisa de ornamentación alguna.

 

Sometida a diversos procesos de restauración desde 1.940, año en que fue desenterrada de la sepultura donde hubo de permanecer oculta para salvarse de la destrucción durante la Guerra Civil, fue en el año 1.998, y más concretamente entre los meses de Mayo  a Septiembre, cuando se acometió uno de los más ambiciosos, un exhaustivo proyecto costeado por suscripción popular y emprendido  por la Junta Directiva del momento, que pretendí­a que la Imagen, además de ser restaurada, recobrara en la medida que fuera posible su aspecto original, pues, se intuía que las numerosas intervenciones, todas ellas llevadas a cabo con la mejor intención, habían desfigurado, ocultando incluso algunos rasgos. Venas, tendones, e incluso los dientes y los ojos entrecerrados del Salvador, hasta entonces ocultos reaparecieron, confiriéndole a su rostro una mayor hondura y expresividad si cabe.

 

Como dato curioso de esta restauración, indicar que, siguiendo una antigua tradición se introdujo en el interior del Santí­simo Cristo un manuscrito conteniendo algunos detalles de la misma. Dicho manuscrito fue acompañado además por el primer donativo para una futura restauración, que Dios quiera lleven a cabo las generaciones venideras cuando haya necesidad de ello.

 

Desde el día 6 de Octubre de 1.816, El Santí­simo Cristo de la Buena Muerte de San Lorenzo de El Escorial recibe culto en la Capilla del Cementerio Parroquial que lleva su nombre de dicha localidad, lugar de culto del que tan solo se "ausenta" cuando en Semana Santa procesiona por las calles, así­ como en el mes de septiembre, durante la semana que contiene la festividad de la Exaltación de la Santa Cruz, época del año en que la Hermandad celebra con gran hondura y sentimiento el Septenario en su Honor.


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