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Segundo Centenario de la Creación de La Hermandad

del Santísimo Cristo de la Buena Muerte

(Basílica del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial,

Sábado 8 de octubre de 2016)

 

"El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres."

Iniciamos esta Eucaristí­a con estas palabras de las Sagradas Escrituras porque expresan muy bien el motivo de nuestra celebración, los 200 años de vida de nuestra Hermandad.

Con ese motivo nos hemos reunido hoy, bajo la augusta imagen del Santísimo Cristo de la buena muerte para dar gracias a Dios por el 200 aniversario de nuestra queridísima hermandad.

Con la procesión inicial hemos recreado a la inversa, aquel entrañable acto que un 6 de octubre de 1816 acaeció entre estos muros. La comunidad jerónima, que por aquel entonces habitaba este real monasterio, cedí­a una pequeña imagen de un Cristo crucificado a la hermandad de la Vera Cruz, exhortando a los hermanos para que lo acogieran como su titular bajo la advocación de la Buena Muerte.

Damos gracias a Dios por tantos y tantos hermanos, en especial a los hermanos mayores y a sus respectivas directivas que con gran celo han dado lo mejor de sĂ­ mismos para que esta hermandad continuara creciendo y desarrollando su labor.

Queremos dedicar hoy un agradecimiento especial a don Alfonso Montes, quien fue enterrador de este real Sitio durante los años convulsos de la guerra civil, a quien seguramente le debemos la salvación de nuestro titular de una destrucción más que segura.

El empeño y dedicación de todos los hermanos ha hecho posible transmitir de una generación a otra, la adoración del Sacrificio salvífico de Dios, reflejado en la imagen de nuestro titular.

Pero esta celebración nos invita al compromiso. Tenemos que seguir mirando al futuro en nuestra tarea como hermandad, sabiéndonos  herederos de una gran historia. Por ello iniciamos ahora la Eucaristí­a, fuente y cumbre de nuestra fe. En este remanso de paz hemos de coger fuerzas para el camino que queda por recorrer...........

Con esta monición de entrada, que recoge en esencia el significado y la razón de ser de nuestra hermandad, dió comienzo la solemne Eucaristí­a destinada a dar gracias al Todopoderoso por estos dos siglos de existencia. Dos siglos cargados de historia, vivencias y avatares, transcurridos desde que la antigua cofradía de la Vera Cruz, creada para proveer de ayuda y enterramiento digno a los pobres de solemnidad, recibió la excelsa imagen del Santí­simo Cristo de la Buena Muerte, al que tomó como patrono y protector. Una imagen que, tras recorrer las calles en procesión y acceder al Real Monasterio a través de Patio de Reyes, retornó simbólicamente la tarde del 8 de octubre de 2016 a la que fuera su morada durante más de siglo y medio, emulando tal vez aquella primera procesión que tuvo lugar entre los muros del camposanto a hombros de sacerdotes.

Muchas han sido las personas que, a lo largo de este tiempo han formado parte de esta asociación de fieles. Varias generaciones que, acogiéndose al amparo de este Cristo doliente, muerto en la cruz, han tratado de fomentar la Fe cristiana mediante el compromiso de amor para con sus semejantes, a través de pequeñas obras, destinadas a procurarles una vida mejor.

Y es por ello que, había que volver la mirada hacia atrás con respeto y gratitud antes de continuar la andadura. Hacer un alto en el camino con esta ceremonia cargada de solemnidad y emoción, en la que todo el entorno se volcó. 

La comunidad Agustiniana del Real Monasterio, no solo nos permitió celebrar la Santa Misa en la Basílica, sino que, como con entusiasmo afirmó el Padre Prior de la misma en respuesta a nuestra solicitud, desde el primer momento se "congratuló con la hermandad y sumó a la acción de gracias a Dios", y buena prueba de ello fué el número de sacerdotes que concelebraron la Eucaristía junto al señor cura párroco,  así­ como la intervención para mayor realce y esplendor de la ceremonia, de ese único y maravilloso coro de voces blancas que es la Escolanía del Real Monasterio.

Patrimonio Nacional, y el M.I Ayuntamiento también contribuyeron de manera significativa a que todo discurriera por los cauces deseados, facilitándonos el acceso al Real Monasterio el primero, y el tránsito por las calles por medio de la Policí­a Local el segundo.

El Señor Cura Párroco, que presidió la procesión y posterior Eucaristía en la Real Basí­lica, dedicó una emotiva homilí­a a la hermandad, recordando la importante labor que durante todo el tiempo transcurrido ha llevado a cabo, rindiendo cálido homenaje a los hermanos que, a lo largo del mismo nos precedieron, pero sobre todo, recordándonos el compromiso heredado y animándonos a seguir adelante.

Pero tal vez, la página más conmovedora de la jornada vino firmada por José Marí­a Partida Galán, nuestro hermano mayor. Aquejado desde el pasado mes de julio de una grave dolencia que le tiene apartado del ejercicio de sus funciones, convaleciente, y afrontando una larga y laboriosa recuperación, no quiso faltar a la cita. Ausentándose por unas horas del hospital donde  se halla ingresado, y en silla de ruedas, acompañó  al Santí­simo Cristo en su recorrido procesional, asistiendo igualmente a la Eucaristí­a de Acción de Gracias. Un gesto este que hizo que nuestra dicha fuera completa, al tiempo que puso de manifiesto el porqué esta hermandad ha llegado hasta donde está, superando obstáculos con serenidad y discreción, pero también con Fé y perseverancia.

Igualmente, nos vimos acompañados en tan señalada celebración por diversas autoridades, así­ como por nuestros hermanos de las cofradí­as de penitencia y varias hermandades y asociaciones religiosas locales, representadas por sus hermanos mayores o miembros de sus juntas directivas, junto con las cuatro hermandades de la Villa de El Escorial, entre ellas, la cofradí­a de la Vera Cruz, cuyo origen y raíces se funden con los nuestros. Todas ellas nos dejaron patente su cariño y consideración, y con todas ellas tenemos contraída una deuda sincera de gratitud y respeto.

Sin embargo, nada de lo aquí­ expuesto hubiera merecido la pena si no hubiéramos contado con lo más importante: la asistencia y participación de los propios hermanos, y fieles en general. Esas personas, anónimas en muchos casos, que lo son todo, y que desde la sencillez y la fidelidad han hecho posible estos dos siglos de existencia, pues nuestra hermandad, es ante todo una hermandad sencilla, una hermandad que siempre ha procurado llevar a cabo su cometido sin hacer gala de ostentación, con discreción y perseverancia, y la humildad que, con los brazos extendidos desde la cruz el Santí­simo Cristo le inspira.

Y así­, con gran orgullo, pero con la mayor humildad, hemos querido celebrar estos doscientos años de existencia. Tratando de "Poner Amor para obtener Amor", como decí­a San Juan de la Cruz, honrando la memoria de aquellos que nos precedieron, y dando gracias al Santí­simo Cristo de la Buena Muerte, al tiempo que, pidiéndole que nos dé la fuerza y sabiduría necesarias para que, esta pequeña llama de esperanza que para muchos significa su hermandad, continúe brillando por mucho tiempo, alimentada por la fe y la ilusión de las generaciones venideras.

LAUS DEO

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