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Historia de La Hermandad: Parte 2

 

CONGREGACION Y POSTERIOR HERMANDAD DEL

SANTISIMO CRISTO DE LA BUENA MUERTE

   Es en 1814, una vez finalizada la Guerra de la Independencia, cuando la hermandad se dispone a tomar su forma actual.
Aquel año, es hallada la imagen del Santí­simo Cristo en la casa del Nuevo Rezado de Madrid. (actual Academia de la Historia), entre el repuesto de muletas y tablillas que, para el cuidado de los heridos, los franceses allí habían almacenado.

 

    "Nuestro Cristo", que, aunque por entonces no se llamaba "De la Buena Muerte", ni tenía relación directa con la que sería su hermandad, habí­a llegado al Real Monasterio en el siglo XVII de la mano de Fray Antonio de Olivares, monje Jerónimo natural del pueblo segoviano de Santiuste de San Juan, que se cree trajo la venerada imagen desde el monasterio murciano de La Ñora, también de la misma orden, al que de nuevo retornaría tras su paso por el de San Lorenzo de El Escorial, y en el que, ya como Prior, fallecerí­a en el año 1694.

    Fray Agustí­n de Castro, que desempeñaba el cargo de Administrador de la Casa del Nuevo Rezado, nombre que le viene al sitio porque su función era la de ser el depósito de los llamados "Libros de rezo diario", cuyo privilegio de venta tenían los monjes de la comunidad jerónima de El Escorial, tras realizar inventario de todo lo expoliado por el invasor allí almacenado, y comprobar que el "Ilustre Prisionero" de las tropas Napoleónicas provenía del monasterio de San Lorenzo de El Escorial, lo retorna al mismo, donde, una vez devuelto, permanece en la celda de algún religioso, tal y como habí­a sucedido durante el siglo y medio anterior.

    El 6 de octubre de 1816, marca el inicio de una nueva andadura. Aquel día, la imagen del Santísimo Cristo, que habí­a sido cedida para presidir la Capilla del Cementerio Parroquial que desde entonces lleva su nombre, es traslada a su nuevo lugar de culto con gran solemnidad.
El entonces Provisor y Vicario General, Fray José de Malagón, la bendijo y puso el Tí­tulo "De la Buena Muerte"
. El noble principio de la elevación hacia Dios Nuestro Señor a través de las obras de caridad en el momento del tránsito de la vida en la tierra a una mejor en el cielo, llevó a los antigüos cofrades de la Vera Cruz a tomarlo como Patrono y Protector en su nueva advocación animados en su plática por el Ilmo. Sr. Provisor. Y, siendo portada la imagen a hombros por sacerdotes, con la asistencia de las siete hermandes restantes con insignias y cera, y presidida por el mencionado Fray José de Malagón, tuvo lugar por el interior del camposanto una procesión de difuntos, la primera que celebró la Hermandad con su Imagen titular de "Cristo Nuestro Bien, Crucificado, con el tí­tulo de la Buena Muerte". (1), al término de la cual, fueron leí­das las indulgencias concedidas para la ocasión por el Sr Nuncio de Su Santidad, y a las tres de la tarde, se dejó colocada la venerada imagen en el emplazamiento que hasta hoy ocupa.

    Aquel acto solemne, unió para siempre al Santí­simo Cristo con la que, a partir de aquel momento, se convirtió en su Hermandad, y que es conocida desde entonces por el tí­tulo del que es el Primero y más grande de su Hermandad.

  Varias décadas más tarde, obtení­a carácter oficial la que ya era conocida por el nombre de Congregación del Santí­simo Cristo de la Buena Muerte, tras ser aprobados sus Estatutos por el Excelentí­simo Señor Cardenal Arzobispo de Toledo, Don Cirilo de la Alameda y Brea, por decreto de 20 de Abril de 1864, reflejándose claramente en los mismos, junto a los principios y obligaciones heredados de la antigüa Cofradía de la Vera Cruz, la otra razón de ser de su existencia:
   
    "....dar culto al Santísimo Cristo de la Buena Muerte, como lo viene verificando anualmente desde su fundación hasta la fecha. Todos los años, en el mes de septiembre, se trae procesionalmente la Imagen del Stmo. Cristo hasta la Iglesia Parroquial, nueve
dí­as antes del domingo siguiente a la Exaltación de la Santa Cruz....." (2).

En el momento de llevarse a cabo tal aprobación, la Congregación contaba con un total de 181 integrantes, 112 mujeres y 69 hombres. Junto a estos Estatutos se añadió un inventario en el que figuraban de manera detallada las posesiones de la misma, entre las que destacaba una Caja Mortuoria, que para la conducción de los difuntos sin recursos poseía.

    La vida de la Congregación transcurre por los cauces de normalidad que de tal institución se espera, manteniéndose los deberes y obligaciones heredados de la antigua Cofradí­a de la Vera Cruz, y celebrando con especial énfasis la Festividad de la Exaltación de la Santa Cruz, festividad grande desde la fundación de 1665.

    Pero todo se derrumba en 1936, aquel fatídico año que supuso el inicio del conflicto bélico que sumió en el caos y el odio a nuestra Patria, que enfrentó a padres contra hijos, y a hermanos contra hermanos.
Como una prueba más de la sinrazón imperante a lo largo de aquella trágica etapa de nuestra historia, la Hermandad, por motivos de seguridad tuvo que destruir gran parte de su documentación para evitar males mayores, quedando prácticamente disuelta. Eran tiempos de barbarie y destrucción, a la que nada ni nadie era ajeno.

   Al igual que ocurrió con la Documentación de la Hermandad, la Imagen del Santí­simo Cristo corrí­a el riesgo de perderse, (y no precisamente por motivos de seguridad), algo que ya habí­a sucedido con numerosas Imágenes y objetos sagrados, entre ellas la primitiva de la Virgen de Gracia, patrona del Real Sitio, o la de Santa Lucía que estuvo en la Capilla del Cementerio Parroquial hasta aquel 6 de octubre de 1816.

    Sin embargo, el Señor, ajeno a las Pasiones de este mundo de Tejas para abajo, mueve a hacer el bien en el corazón de los hombres, y seguramente de esta manera obró en el de Don Alfonso Montes, por entonces enterrador del Cementerio Parroquial, que, amparado por la oscuridad de la noche envolvió la Imagen del Santísimo Cristo en el Estandarte de la Hermandad y la ocultó en una sepultura de los Padres Agustinos, salvándola así de la más que probable destrucción.

    Aquel hombre, que no gozaba precisamente de fama de religioso, ni compartía las ideas del bando que decí­a defender la Fe, y cuya propaganda quiso convertir en Cruzada, lo que en realidad no fue sino un conflicto fratricida que nunca debió suceder, puso en peligro su vida llevando a cabo tan noble acción, pues desgraciadamente, numerosos eran los enterramientos que tenían lugar casi a diario, algunos muy cerca del lugar donde se hallaba oculto su secreto.

Estandarte en que fué envuelta la Imagen en 1936

    Finalizada la contienda, aquel piadoso sepulturero marchó para Madrid donde se pierde su rastro. Recientemente, se supo por una de sus nietas que fijó allí­ su residencia, trabajando el resto de su vida como modesto zapatero.
Su generoso gesto, digno de la gratitud de quienes de una u otra manera nos sentimos vinculados al Santí­simo Cristo de la Buena Muerte de San Lorenzo de El Escorial, merece recordarse como una de las páginas más hermosas de la historia de la hermandad, y la memoria de Don Alfonso Montes, honrada tanto por las presentes, como por las generaciones venideras.

    En 1940, ya finalizada la Guerra Civil, se procede a desenterrar la Sagrada Imagen del lugar donde habí­a permanecido escondida. Curiosa Paradoja del destino, El Rey de los Vivos, había estado, no ya por tres dí­as, sino por algo más de tres años oculto en el reino de los muertos.


Presentaba un aceptable estado de conservación. Se le habían desprendido los brazos del cuerpo, le faltaba un pie, y algunos de los dedos de las manos. Se encomendó una primera restauración a Don Emilio Pardo, artista local, y la elaboración de una cruz a Don Isidoro Millán, conocido carpintero. Lo que sí­ quedó muy deteriorado fue el estandarte en el que estuvo envuelta, que ya figuraba en un inventario del año 1904, y por diversas circunstancias no fue hasta 1997 cuando se recuperó definitivamente para la Hermandad, tras ser sometido a una meticulosa restauración que le devolvió su aspecto original.

Es en ese mismo año de 1.940, y concretamente el dí­a 11 de Febrero, cuando se procede a la refundación oficial de la Hermandad. Don Dámaso Domínguez es la persona en quien recae la gran responsabilidad de ser el primer Hermano Mayor en esta complicada etapa con todo lo que ello supone, pues mucho es lo que hay por hacer, y no demasiados son los medios. Entre las prioridades están la de constituir una Junta Directiva, y acometer la restauración de la imagen mencionada en el párrafo anterior.
Prueba del cariño que ya se tení­a a este bendito Crucificado, fue que los gastos de aquella restauración fueron costeados mediante suscripción popular, detalle digno de mención, habida cuenta de los difíciles años que atravesaban las economías familiares.

    Años más tarde, en 1945 y gracias al fervoroso impulso del entonces Párroco Don Teodosio Martínez Pardo, adquiere su forma actual la Semana Santa Escurialense con la creación de la primera Junta de Cofradí­as. La Hermandad del Santí­simo Cristo de la Buena Muerte se une inmediatamente al proyecto, siendo una de las fundadoras de la misma..

    A partir de aquel momento, la Hermandad comenzó a realizar desfiles procesionales por Semana Santa junto al resto de Cofradí­as Escurialenses que poco a poco fueron creándose, si bien, fue en 1.949 cuando los hermanos procesionaron uniformados por vez primera.
Su característico atuendo penitencial de color blanco, no tiene otro significado que la elección que llevaron a cabo los Hermanos que formaban la Junta Directiva cuando se decidió que la Hermandad procesionara encapuchada, y que buscaron un color que fuese Bonito"(así­ se refleja en el libro de actas) porque el Santí­simo Cristo merecí­a lo mejor, y estimaron que este color era el adecuado.

 

Cartel anunciador de la Semana Santa de 1.958. A la derecha, imagen que refleja la importante participación en la Semana Santa por aquellos años.

 

En 1969, los diversos problemas que arrastraba la Semana Santa Escurialense, unido a una grave crisis espiritual, motivan la supresión temporal de los desfiles procesionales.

    Sin embargo, desde tan triste momento y hasta 1983, año en que nuevamente fueron restablecidos, nuestra Hermandad mantuvo vivo el único desfile procesional de Semana Santa que se celebraba en el Real Sitio,: La emotiva "Procesión del Silencio", que entonces como hoy, en la noche del Viernes Santo recorre las calles y plazas con la Imagen del Santí­simo Cristo de la Buena Muerte portada en andas hasta su capilla del Cementerio Parroquial..

    En la actualidad, la Hermandad del Santísimo Cristo de la Buena Muerte de San Lorenzo de El Escorial, cuenta con más de seiscientos hermanos, permaneciendo fiel a sus principios fundacionales, y celebrando además de los tradicionales desfiles procesionales de Semana Santa, actos de Fe y Piedad por la Festividad de la Exaltación de la Santa Cruz y la de Todos los Santos.

    Esta es, a grandes rasgos, nuestra historia. La sencilla, pero emotiva historia de una hermandad y su imagen del Cristo muerto en la cruz que habla desde el silencio. Un Cristo por el que sentimos profunda devoción y cariño, y a cuya protección, a buen seguro, al exhalar el postrer aliento más de uno nos encomendaremos.

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(1) Archivo General de Palacio. Sección San Lorenzo. Patronato. Leg 78.

(2) Archivo Arzobispal de Madrid. Sección Parroquia de San Lorenzo. Constituciones 10 de octubre de 1895.

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